Las aftas bucales, conocidas popularmente como llagas, son pequeñas úlceras, dolorosas de fondo grisáceo o amarillento y bordes rojizos, que aparecen sobre cualquier superficie mucosa de la boca, produciendo un dolor muy intenso.
Suelen durar aproximadamente dos semanas, desapareciendo sin dejar cicatriz.
Suelen durar aproximadamente dos semanas, desapareciendo sin dejar cicatriz.
Las más frecuentes son las comunes que van relacionadas con el estrés o fiebre. Es importante, en determinados casos, plantearse la existencia de una enfermedad subyacente a las aftas como la enfermedad celiaca producida por intolerancia al gluten, la enfermedad de Crohn y, menos frecuentemente, otras enfermedades que cursan con ulceraciones o ampollas en otros territorios del organismo como el Pénfigo o la enfermedad de Behçet. Asimismo, y especialmente, en enfermos con compromiso de las defensas (inmunidad) también deben descasrtarse infecciones por virus como el del herpes simplex o citomegalovirus, si bien el aspecto y el número de las lesiones es diferente lo que permite diferenciarlas de las ulceras comunes.
El tratamiento, en consecuencia, dependerá de la causa responsable. A grandes rasgos, en las aftas comunes, el tratamiento de primera línea consiste en la aplicación local de preparados que contienen anestésicos locales y corticoides (enlace consulta médica) . Sólo en las deficiencias nutricionales severas, la administración de hierro, vitamina B12 o ácido fólico, puede mejorar el curso de las lesiones; en el resto de los casos, su administración no parece ser útil.
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