Los días cursan su tiempo. El reloj parece no avanzar. Todo se torna como si hubiera detenido su paso por la vida.
Yo encerrado en un cuarto de hospital, sí, quizá el mejor que puede haber en México, el Instituto Nacional de Cienc ias Médicas y Nutrición, Salvador Zubirán (INCMNSZ), pero ello no cambia el panorama de mi existencia.
Todo comenzó aquel miércoles 13 de mayo de 2009, cuando las cosas no estaban bien para mi organismo. Resentía ya el cansancio de un día previo de diarreas. Claro, estaba en proceso de deshidratación y no lo había notado, hasta esa mañana.
Era un día de cita rutinaria. A las 15 horas debería estar con el doctor Luis Uzcanga en mi cita, después de seis meses de no hacerlo y de una reprogramación por el brote de influenza AH1N1, al cual no quería exponerme por ninguna razón, más si recordamos que ingiero esterocortisona, medicamento que baja las defensas del organismo.
Decidí llegar temprano al hospital. Antes había tomado previsiones en mi empleo actual y a través de mi jefa mandé un formato que podría servir para agilizar el trabajo un poco de una de las compañeras en la oficina. Por supuesto avisé que no iría a trabajar, como estaba previsto por la mañana.
Llegué a Nutrición –así conocemos al hospital desde hace mucho tiempo-, comenzó el calvario.
Me atendieron los médicos de urgencias. Me tomaron muestras de sangre y determinaron ingresarme para hidratarme. El potasio había bajado considerablemente. La creatinina se había elevado. Era inminente la afectación al riñón. Ya lo había habido en ocasiones anteriores.
Me hidrataron toda la noche. Pasaron dosis de potasio y las cosas se corrigieron. Por la mañana del jueves me dieron de alta. Las cosas parecían haber mejorado. Me fui a casa con la promesa de regresar a chequeo y valorar mis niveles de electrolitos.
Por la mañana del viernes llegué de nuevo a Urgencias. Cinco horas de espera. En el inter me tomaron las muestras de sangre. La diarrea se había intensificado el día anterior. Los niveles de creatinina para arriba, ahora ya eran de 2.3, contra 1.8 del día anterior. Mi nivel de normalidad es de .9. Sí estaba alto.
Salió el doctor y me indicó que habría que ingresarme nuevamente. Lo puso a mi consideración y acepté. De nuevo a mi reposet. Y es que para estos casos no vamos a la camilla ni mucho menos a una cama, sino a un sillón de descanso, donde son las estancias cortas. Incómodo pero da más espacio al área de urgencia para atener casos más urgentes.
Comenzó la hidratación de nuevo. Los niveles para que se los cuento; un desastre. Ya había sangrado en las evacuaciones y ello alertó a conocer de donde provenía, porque no era precisamente del intestino.
Se programó una endoscopía y ya de paso una colonescopía. El ataque era “artero” había que hacerlo por las dos vías, la oral y la cutánea. No tuve defensa.
Si deseas leer más acerca de su estado: http://celiacosdemexico.org.mx/una-celaca-refractaria-que-se-resiste.html
Espero que te mejores pronto.
Hace un tiempo a mi hijo tambien le paso algo muy similar, pero el empezo con colicos prolongados y u8na fuerte diarrea, para mi fue algo raro, pero lo lleve al medico y el doctor me dijo que se trataba de esta enfermedad, pero gracias a un fuerte tratamiento el ha podido salir adelante sin problemas...gracias por compartir la info, esta muy buena!!!
ResponderEliminarHola Baby, me gustaría saber que tiepo de tratamiento fue el que le dieron a tu hijo, es referente a la enfermedad celíaca.
ResponderEliminarSaludos.