Ser celíaco es sinónimo de mirar etiquetas en busca de alimentos sin gluten, de rascarse más el bolsillo en la cesta de la compra y de limitar las comidas fuera de casa para no sentirse un bicho raro. A pesar de que la celiaquía es la más frecuente de las enfermedades gastrointestinales, afecta a unos 6.000 castellonenses, la mayoría (en torno al 90%) está sin diagnosticar. El Día Nacional del Celíaco, que se celebra el próximo jueves, trata de concienciar a la sociedad.
La Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) define la enfermedad celíaca como «una intolerancia permanente al gluten de trigo, cebada y centeno que se presenta en individuos genéticamente predispuestos». Esta intolerancia puede manifestarse a través de determinados síntomas, enfermedades asociadas o complicaciones que pueden ir desde vómitos y diarreas a diabetes, psoriasis, artritis o carcinomas digestivos.
Esta multiplicidad de síntomas y la falta de un diagnóstico precoz explican que nueve de cada diez celíacos no sepan que sufren la enfermedad y mantengan una dieta que agrava sus síntomas. La delegación castellonense de la Asociación de Celíacos de la Comunitat Valenciana (www.acecova.org) defiende la necesidad de «realizar una analítica con marcadores específicos de celiaquía cuando haya sospecha de que puede presentarse la enfermedad. En función de los resultados, se debe hacer una biopsia intestinal con confirmación de diagnóstico y es necesario la realización de pruebas genéticas a los familiares de primer y segundo grado», sostiene la delegada de Acecova, Yolanda Sanahuja.
El diagnóstico de la celiaquía supone un cambio en el estilo de vida, en la forma de ser y de hacer cotidiano. Y cada uno se adapta a ese cambio como puede. «El único tratamiento eficaz consiste en mantener un régimen estricto, sin gluten, de por vida. Sólo así las personas celíacas recuperan la estructura del intestino y remite la sintomatología», insisten desde la FACE.
Giro radical en tus hábitos
Mucha gente considerara que cambiar a una dieta sin gluten es un mal menor, pero sólo un celíaco sabe hasta qué punto puede cambiar su vida cotidiana. Lidón Pascual sufre en primera persona ese vuelco en su quehacer diario que supuso, ya de adulta, el diagnóstico. «Salir a comer o cenar a un restaurante con tus amigos o con tus compañeros es casi una misión imposible. Yo he tenido que renunciar al 70% de los productos que tomaba antes», lamenta.
Aunque se ha avanzado, todavía queda mucho por recorrer. Un ejemplo, apuntan Yolanda y Lidón, «los hospitales no están obligados a dar dietas sin gluten y en los colegios, sólo están obligados los públicos a partir de Primaria».
Incluso el entorno más cercano no acaba de asimilar qué supone ser intolerante al gluten. «No es extraño oírte eso de que por una vez que te saltes la dieta no pasa nada, pero es mentira, siempre pasa algo, lo único es que tus síntomas dependerán de la predisposición a la enfermedad», afirma tajante la delegada de Acecova. La ingesta de gluten por parte de un celíaco genera anticuerpos que atacan al intestino delgado, produciendo extreñimiento, diarrea, dolor abdominal e inapetencia.
Una usuaria de un foro de celíacos ofrece una respuesta más descriptiva a una joven que le diagnosticaron la dolencia en septiembre pasado y que se plantea saltarse la dieta un día porque le han dicho que no pasa nada: « Tú vas a notar o no notar nada dependiendo de tus síntomas habituales. Puede que ni te enteres. Lo que le va a pasar a tu salud es que al llegar el gluten a tu intestino delgado tendrá un efecto parecido a dar un buen trago de lejía». Quizá es exagerado, pero Sanahuja advierte de que «la ingesta continuada de gluten puede derivar, en casos graves, en un linfoma intestinal». Y eso no es ninguna broma.
Fuente: lasprovincias.es
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