Sin saberlo, millones de personas sufren de enfermedad
celiaca: niños y adultos, alrededor del mundo, comparten una predisposición
genética que los vuelve intolerantes al gluten, una proteína que se encuentra
en el trigo, la cebada, el centeno y la avena.
De hecho, la Asociación Gástrica Estadounidense informó ayer
de que una de cada 133 personas padece esta enfermedad, catalogada como la más
común de las afecciones crónicas intestinales. Antes se creía que la
prevalencia era de una entre 500 personas.
“Es como un iceberg. La parte visible representa a los
celiacos diagnosticados, pero el número de afectados es mucho mayor”, manifestó
el gastroenterólogo costarricense Hernán González.
Y es que en Costa Rica ocurre lo mismo: existen 60.000
pacientes diagnosticados como celiacos, pero la Asociación Nacional de Personas
Celiacas calcula que, por cada uno de ellos, puede haber hasta 40 que padezcan
la alergia sin tener noticia.
Lo anterior ocurre porque los síntomas de este mal se confunden
fácilmente con los de otras patologías: diarrea crónica, vómitos, pérdida de
peso y apetito, fatiga, distensión abdominal y alteración del carácter.
“Muchos pacientes celiacos visitan hospitales, toman
medicinas, hacen dieta y reposo y no se curan hasta que alguien da, por fin,
con la respuesta”, señaló Ani Brenes, una escritora quien fue diagnosticada con
el mal celiaco después de cumplir 50 años.
Tras tantos años sin diagnóstico, las complicaciones que
padecen los pacientes suelen ser severas y estar asociadas a algún tipo de
anemia ya que, cada vez que un celiaco consume gluten, su intestino delgado se
inflama y a la larga se vuelve incapaz de absorber los nutrientes de los
alimentos.
Además, como consecuencia de la alergia prolongada, estos
pacientes están expuestos a sufrir deshidratación, raquitismo, osteoporosis,
trastornos del páncreas, así como cánceres intestinales.
Vivir sin gluten. El único tratamiento que de momento existe
para esta enfermedad es llevar, de por vida, una dieta sin gluten; un remedio
que, a priori, parece sencillo.
Sin embargo, la realidad es que, para los celiacos librar
sus despensas de esa proteína puede convertirse en una verdadera hazaña.
Productos tan dispares como embutidos, natilla, helados,
chocolates, jabones e incluso lápices de labios pueden contener cantidades
variables de gluten, ya sea porque se incluye este elemento en su composición o
bien porque se hayan contaminado en el proceso de elaboración.
Además, las etiquetas no siempre ayudan a saber si el alimento
contiene la proteína o no.
En Costa Rica, por ejemplo, aunque desde marzo del 2008
existe una normativa que obliga a las empresas a detallar si los productos
manufacturados llevan gluten, no muchas cumplen con la legislación.
“Falta voluntad y conciencia. Algunas empresas como las que
procesan atún incluyen las etiquetas para los productos que exportan, pero no
para los que venden dentro del país”, explicó Brenes.
Ante el padecimiento, los celiacos tardan unas dos horas más
que otras personas en hacer las compras en el supermercado y pueden llegar a
gastar hasta un 30% más en la alimentación.
Salir de dudas
Los primeros síntomas de intolerancia al gluten suelen
aparecer cerca de los dos años, cuando los niños ya consumen todos los
alimentos con regularidad.
Es muy difícil que un niño más pequeño pueda ser
diagnosticado, pero si uno de sus padres padece la alergia tiene entre un 10% y
un 15 % de posibilidades de haberla heredado.
Existen distintos grados de intolerancia y el padecimiento
se va agravando con el tiempo. Por ello es importante observar la relación
entre la ingesta de alimentos con gluten y la aparición de síntomas.
Para confirmar el diagnóstico se debe realizar un examen
clínico, una prueba de laboratorio y una biopsia del intestino delgado.
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